Fui hacía él, y le escuché entre susurros de viento cuyos tonos dorados querían embellecer cada camino solitario.
Eran suspiros suaves como libro abierto deseoso de poner sentimiento a ese sol, que con dulzura, casi tímida, bañaba las hojas de aquel árbol que quería expresar lo que sentían sus raíces centenarias.
Raíces Ancladas a la rutina hermosa, de un mismo lugar encantador en sin fin de anécdotas entrañables, suspendidas en el tintineo del agua abierta por los remos de cada barca de un lago de enamorados,niños, ancianos y tanta gente sonriente que alguna vez disfrutó de su sombra.
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